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Este es un libro escrito hace siete años, que sólo ahora se publica. Creo necesario explicar los motivos de mi tardanza en darlo a la imprenta, proyectando de paso algo del ambiente –escenario y momento–, en que debió aparecer. Surgen así muchos recuerdos personales sin otra importancia para el lector interesado que la de aludir episódicamente a algunos aspectos más o menos notorios de la lucha antimperialista en Indoamérica durante el último decenio. Cuando regresé de Europa a las Estados Unidos y México al finalizar el verano septentrional de 1927, los principios generales de la doctrina aprista –enunciados desde Suiza e Inglaterra en los años 24, 25 y 26–, eran ya bastante conocidos suscitaban vehementesdiscusiones en los sectores avanzados de obreros y estudiantes indoamericanos, El primer grupo de apristas del Perú había llegado ya desterrado a México y algunos espontáneos simpatizantes cubanos de la nueva doctrina batallaban por ella desde una revista recién fundada en La Habana, «Atuei».(1)=== (seguir leyendo) (Click aqui) |
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Acaso proceda una breve referencia a la lejana génesis de esta tesis. Haciendo recuerdos diré que ella proviene de las primeras e imprecisas reflexiones sobre Historia y Cronología en mis años de adolescencia. Cerca, muy cerca de la ciudad peruana en que nací, Trujillo, resisten todavía el paso de los siglos las famosas ruinas preincaicas de Chan-chan, extensa ciudad que fue metrópoli mochica del llamado reino del Gran Chimú. Extensas ruinas asentadas en una ancha y suavemente inclinada planicie que se extiende desde los primeros montes de los Andes hasta las playas que bordean aquella zona del Pacífico, me ofrecieron la primera visión impresionante del pasado histórico indoamericano. Las leyendas de su riqueza y poderío fabuloso, la tradición dorada del tesoro ingente del «Peje Chico» que halló Garci-Gutiérrez de Toledo con el generoso derrotero de un indio y el hallazgo frecuente y copioso de primorosas piezas de cerámica, extraídas de tantas sepulturas ricas en armas y utensilios de bronce, adornos de plata y oro, raras conchas rosadas y finos tejidos de brillantes colores, suscitaron mi primer deslumbramiento ante las ruinas de una cultura cronológicamente inubicada dentro del esquema de los estudios de Historia General que yo seguía con entusiasmo en el colegio === (seguir leyendo)
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